¿Nunca has visitado una ciudad que no tenga centro comercial? ¿Te criaste con el plano del metro bajo el brazo? ¿No conoces el nombre de tus vecinos y tampoco quieres saberlo? Entonces eres lo que se conoce como un hijo de la urbe.
Si tu mejor amigo o
tu novia te han invitado a pasar unos días al pueblo, hay diez cosas
básicas que tienes que saber antes de ir. Como todo
contrato, los pueblos también tienen letra pequeña.
Urbe Del lat. urbs, -bis. 1. f. Ciudad, especialmente la
muy populosa.
Urbanita Del
lat. urbs, -bis. 1. m. y f. fest.
Persona que vive acomodada a los usos y costumbres de la ciudad.
Aunque no lo creáis,
hay personas en este mundo que son huérfanas de pueblo. Nacieron en una ciudad,
sus padres también y ¡quizás sus abuelos!, por lo que no han pasado todo sus
verano en bici como el elenco de Los Goonies, no han bailado más
de dos pasodobles en su vida y tampoco están acostumbrados a que todas las
abuelas conozcan su nombre con partida de nacimiento incluida. Personas como yo
y seguramente como tú - sí tú, que estás leyendo este artículo en la oficina
mientras finges leer el correo del trabajo -. Si tu mejor
amigo o tu novia te han invitado recientemente a visitar su pueblo y te sientes
identificado con alguna de las situaciones anteriores, ¡que no cunda el
pánico! Aquí tienes el decálogo definitivo para
sobrevivir en tu paso por la aldea:
1.NUNCA MUESTRES MIEDO
Nada más bajar del
coche ellos lo saben, lo huelen. Ven tu maleta de mano de cuatro ruedas,
tu intento de “ropa sport”, tus ojos de
incredulidad al ver que el suelo no está asfaltado y lo saben. El primer paso
es admitirlo: eres de ciudad y a partir de ahora para ellos serás “el de
Barcelona”, “la de Valencia” o si Dios no quiere… “el de la capi”.
2.NO INTENTES IR DE ENTENDIDO
Se te nota a la
legua que solo has visto una vaca en la granja escuela y que el único corderito
que conoces es el de Heidi, así que será mejor que no finjas y te dejes llevar.
Seguramente se reirán de ti la primera vez que te vean haciendo una foto a sus
caballos para subirla en Instagram con los hashtags #campo #naturaleza #bohemianlife,
pero que nadie te quite ese momento de ilusión. Además, a “los paisanos” les
hará gracia y seguramente te inviten a pasar para darte una clase práctica de
la fauna y flora local. Eso sí, antes de entrar a la granja o al establo, te adelantamos que
no huele a rosas precisamente, por lo que ya
puedes ensayar tu cara de póker.
3. ACOSTÚMBRATE A SER EL CENTRO DE ATENCIÓN
¿Crees que unas
señoras sentadas en corrillo han dicho tu nombre? No lo creas, es así. Desde
que el vecino de la casa de al lado se casó, no han habido más novedades por
allí. Así que tu llegada, y cualquier cosa relacionada contigo, será el foco de
muchas, muchas, pero que muchas conversaciones. Aprovéchate y
disfruta de tu fama, te sentirás como Jennifer
Lawrence en un preestreno de Los juegos del hambre.
4.LAS
PUERTAS NUNCA SE CIERRAN
¿Qué vivimos en
plena era digital? ¡Qué importa! En los pueblos nunca se avisa que vas a
visitar a alguien o que te vas a pasar por su casa. Ni una llamada, ni un
triste whatsapp.
Ese concepto no existe allí, así que abandona tus prejuicios urbanos.
En un pueblo se entra directamente por la puerta y se formula la eterna
pregunta: “¿hay alguien en casa?” Nunca será mal momento y siempre serás
bienvenido. Y como llegues en un coche que no conozcan, prepárate para tener a
toda la familia asomada por la ventana mientras conjeturan sobre quién podrá
ser. ¿Cuál es el problema? Que lo mismo pueden hacer contigo así que
acostúmbrate porque tendrás más de una visita en pijama.
5.NUNCA VOLVERÁS A SENTIR HAMBRE
En la ciudad, te
conviertes en una gran anfitriona cuando sabes hacer guacamole casero y
mojitos. Pero cuando llegas al pueblo te das cuenta de que estabas jugando en
Sub 21 y que ellos son de 1ª división. Pan de centeno de 1 kilo, chorizo casero
o jamón ibérico recién cortado. Da igual a que hora te pases a saludar o que
vayas sin avisar, ellas están preparadas. ¿Y quiénes son
ellas? Ellas son las señoras del pueblo. Las vecinas,
las madres, las abuelas... que harán que te sientas como si pertenecieras a su
familia desde el momento que entras por la puerta.
Primero empezarán
con una pregunta: “¿quieres una cervecita?”. En cuanto tus labios pronuncien
“sí”, **habrás caído en su trampa (risa malvada) **. La cerveza conduce al
jamón, el jamón al chorizo, el chorizo al queso, el queso al pan… Y cuando
pienses que todo ha acabado, te sacarán los helados, el chocolate y hasta el Cola
Cao. Porque las señoras del pueblo no pueden consentir
que nadie pase hambre bajo su techo.
6.BEBER
ES DEPORTE NACIONAL
Llega el momento
álgido en una fiesta en la que te quieres hacer el enrollado con los amigos de
tu novia y dices “venga, ¡que invito a una ronda de chupitos!”. Tu concepción
urbana de un chupito es un vaso de 4 cl por el que te cobran 1,50€ —si tienes
suerte— y para ellos es un vaso de caña. En ese momento, miras a tus compañeros
de juerga y te das cuenta de que tienes las de perder. Ya sea de botellón o en
la barra de la verbena, sabes que en cuanto bajes la guardia ellos irán a por
ti. ¿Un consejo? Nunca dejes que ellos te rellenen el vaso o volverás a
gatas.
7.EL PASODOBLE, LA CANCIÓN DEL VERANO
Si de pequeña te
apuntaron a bailes de salón estás de suerte porque las fiestas patronales y las
verbenas serán tu oportunidad de mostrar tus mejores pasos. Chachachá,
merengue, cumbia y, por supuesto, el pasodoble. Te sentirás como en una
película de Cine de barrio, pero no te queda
otra. Si eres chica, los señores te sacarán a bailar como si no existiera un mañana
porque eres carne fresca y lo sabes. Mientras que si eres chico, las mujeres te
mirarán como aquellas chicas del baile de fin de curso de Grease,
con ojos de cachorrito y mirada perdida hasta que alargues el brazo y seas
suyo. Lo
mejor es admitirlo, te tocará darlo todo por el bien de la opinión pública.
Mientras que “los jóvenes” o “la chavalada” esperan a que acabe las primeras
horas de baile para escuchar alguna canción posterior a 1980.
8.¿SOLTERO Y FELIZ? ¿CON NOVIO PERO SIN HIJOS? ¡AGÁRRATE QUE VIENEN CURVAS!
En los pueblos
existe una ley no escrita que versa así: “cualquier persona puede opinar sobre
tu vida privada”. En la ciudad estás acostumbrada a que la gente haga lo mismo,
pero a tus espaldas (¡por favor, un mínimo de civismo y educación!) . Pero en los pueblos
no. Si estás soltero, el tema del debate será por qué no
tienes novia o si eres gay. Y si ya tienes pareja, a ellos les seguirá sin
servir y te preguntarán -mejor dicho, te exigirán- que te cases de
inmediato. Evidentemente, tras la boda vienen los hijos porque
allí lo de querer disfrutar de tu libertad les cuesta asimilarlo. ¿Entonces qué
hacer? Cerrar
la boca, asentir con la cabeza y esperar a que alguien saque la comida para
poder cambiar de tema.
9.HAY
BICHOS
Sí, amigos. La
estampa bucólica que imaginabas antes de llegar no contaba con los insectos, ¿a
qué no? Pues los hay, sobre todo si el pueblo que visitas está en el campo.
Puede que vivas durante unos días en una preciosa casita rodeada de árboles y
hierba —en los pueblos el césped se llama hierba— en la que poder echarte una
siesta y que cerca haya una adorable granja con animales. El lado oscuro es que
también habrá arañas en el baño, puede que un sapo te espere en la puerta al llegar la
noche, saltamontes y libélulas cerca de la piscina o ruidos
de tractores que te despiertan a las ocho de la mañana.
10.VAYAS AL PUEBLOS QUE VAYAS, SU PUEBLO SIEMPRE SERÁ
EL MEJOR
Para ellos, la vida
en la ciudad no tiene nada que envidiar a la vida rural. Sus fiestas, su comida,
sus tradiciones y sus anécdotas siempre serán las mejores.
No solo eso, sino que aunque no te conozcan de nada, afirman que su infancia ha
sido mejor que la tuya. ¿Por qué? Porque ellos se han bañado en un lago de noche a la
luz de las estrellas; porque hacían
guerras de barro día sí, día también; porque han dado el biberón a un ternerito
recién nacido, se han peleado con el pueblo de al lado y porque durante unos
meses, el
verano les pertenecía. Por eso, nuestra
recomendación es que no intentes luchar contra ello y mucho menos no te burles
de su pueblo. Cuando se sienten insultados son mil veces peor que los galos
después de beber la poción mágica de Panorámix.
SANDRA BÓDALO (12
JULIO 2018)
TRAVELER.ES
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